lunes, 22 de agosto de 2011

Indignado.

Esteban Zungri

Mi nombre es Esteban, soy simplemente uno de los tantos inmigrantes que han dejado su país en busca de una vida mejor. Hace años que resido en Barcelona donde hoy siento que mis sueños se encuentran en la cima de una parábola paradójica que lleva como estandarte la bandera de un sistema que desde hace mucho tiempo ha dejado de funcionar y sobre todo, ha dejado de representarme.
Capitalismo y Democracia, palabras efímeras y carentes de valores sostenibles. Creadas por seres humanos más tarde convertidas en una religión que ha alienado la vida de todo un planeta, propagándose más rápido que cualquier peste bacteriológica jamás conocida, generando que nosotros, sus víctimas, nos veamos obligados a rendirle culto a una enfermedad consumista que sólo beneficia a un dios minoritarios y a sus apóstoles millonarios más radicales, que están dispuestos a matar y destruir con tal de llevarse un sagrado billete más al bolsillo.
Pero España, en su totalidad multicultural que la caracteriza y todas las etnias que coexisten en ella, éticamente indignados, hemos decidido convertirnos en las ovejas negras del bendito rebaño plutocrático. Despertando así del letargo impuesto a través de una somnolienta clase política bipartidista y su talento absurdo pero hipnótico de no representar siquiera valores que ellos mismo comulgan.
Las acampadas en las plazas a lo largo de todo el territorio nacional español son sólo un síntoma, un reflejo de la conciencia global. Una revolución que, pacíficamente, revertirá el temor disfrazado de mordaza perfumada que sele ha puesto al pueblo, inmerecidamente, durante tanto tiempo.
Los cambios exigidos por el pueblo son más que claros: democracia participativa, reforma de la ley electoral, absoluta transparencia política y fiscal, control sobre bancos y corporaciones. Porque el pueblo ha evolucionado, somos una red distribuida que combina sus conexiones sociales con la tecnología, compartiendo ideas y velando para que la verdad sea escuchada. Y será la juventud, el futuro, a quienes sus palos opresores hoy abollan sus cuerpos pero no su ideología, los que celebremos la victoria de haber alcanzado la felicidad de vivir una vida sencilla y tranquila.

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