miércoles, 9 de marzo de 2011

Soldaditos de plomo

Silvana D. Calligaris (médica pediatra: MN 112192)

-¿A quien no retó su mamá por esa manía que teníamos de chicos de explorar nuestro mundo a través de los sentidos? ¿Quién no se llevó un juguete a la boca alguna vez? Mamá nos retaba porque creía que nuestros juguetes nos podían enfermar con los gérmenes que habitan en su superficie, pero no era lo único, había algo más peligroso que ella ignoraba: el plomo (Pb) que contienen -muchos de ellos- en sus pinturas.
Los niños son los más susceptibles a este contaminante. Al cabo de un tiempo del contacto con su juguete preferido, ellos comienzan a sentirse fatigados, se vuelven apáticos y se tornan irritables frente a sus amigos y sus padres. Este cambio de conducta señala que el plomo ya está actuando en su cerebro inmaduro y en el resto de su cuerpo. A su vez, se quejan de dolores abdominales que con frecuencia les provoca vómitos, lo que es común a cualquier cuadro de intoxicación. Pero el Pb les produce aún más daño porque pierden la concentración en sus actividades escolares, disminuyendo su rendimiento en el aprendizaje ya que se alteran los procesos nerviosos que les permite razonar y memorizar. Estos cambios se vuelven irreversibles.
El contacto cotidiano con el tóxico les ocasiona además trastornos en la sensibilidad en sus manos y pies debido a que los nervios se vuelven más lentos y no logran captar los estímulos sensitivos. Vale aclarar que todas estas alteraciones han sido observadas con exposición a muy baja dosis del metal, la misma era permitida a nivel ambiental pero entre 1976 y 1994 esta situación cambió. En los países como Estados Unidos, Canadá, ex Unión Soviética y Australia que son los mayores productores de plomo a nivel mundial se han tomado medidas como la disminución en la cantidad de exposición permitida al tóxico, se controlaron los juguetes de plástico, crayones y cosméticos que contenían partículas de Pb y se eliminó el contenido de éste en las naftas. Lamentablemente, los países con menores recursos económicos no cuentan con programas adecuados de salud ambiental, por eso la población expuesta al Pb presenta altos niveles circulantes en su sangre, desencadenando un cuadro grave llamado encefalopatía que les ocasiona vómitos persistentes al punto de la deshidratación, convulsiones y alteración en el nivel de conciencia que los puede llevar al estado de coma.
Entre los afectados están los barrios urbanos, los carenciados, de casas viejas, deterioradas con tuberías y pintura de interior a base de plomo, las emanaciones de automóviles. Pero los niños desnutridos y anémicos son los que se encuentran más vulnerables al daño neurológico porque tienen mayor capacidad de retener el plomo en sus cuerpos al faltarles el hierro, por medio de la inhalación o ingestión involuntaria de partículas que las fundiciones depositan en el aire, suelo y polvo. De allí se distribuye a los diferentes tejidos circulando en sangre por 26 días. Por ejemplo, en tejidos blandos como el hígado el plomo permanece por 40 días y se deposita en los huesos perdurando sus efectos tóxicos por más de 20 años afectándolos crónicamente.
Todavía en Argentina no se ha retirado del mercado la nafta con Pb, pero en América Latina sí lo ha hecho Brasil y México. Aquí tampoco existen políticas regulatorias con respecto al ingreso de juguetes con Pb fabricados en China. Se ha encontrado partículas tóxicas en juguetes de la línea Fisher-Price perteneciente a la multinacional Mattel, de gran difusión y consumo en los niños menores de 3 años.
Esta realidad es un ejemplo más como países industrializados emanadores de tóxicos crean políticas para su autoprotección enfermando a los que habitan en los más pobres. Solo nos queda mamá, que al retarnos nos está cuidando mucho más de lo que ella se imagina.

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