domingo, 7 de noviembre de 2010

Somos todos iguales...

Nadia kohl

“...pero algunos son más iguales que otros”
George Orwell, “Rebelión en la Granja”

De un tiempo muy largo a esta parte se ha aceptado como válida la idea de un tercero neutro, un árbitro habilitado para resolver los conflictos suscitados entre las personas. Dicho árbitro no sería nada más ni nada menos que el Estado. Es, entonces, que de aquello se desprende una obviedad: si es el único habilitado para mediar y resolver los problemas entre las personas -en cualquier forma que pudiesen presentarse- no puede, por ende, tener elemento alguno que determine que su voluntad se inclinará hacia un lado en particular simplemente. No sólo sería absurdo pensar en un Estado parcial, de respuestas preestablecidas, de resoluciones altísimamente previsibles, sino que ya entraríamos en el terreno del grotesco si éste mismo decide exhibir esas opciones que ha tomado gustoso y se pavonea lleno de orgullo de ellas ante la sociedad que podrá recibir alguna respuesta favorable siempre y cuando comparta su signo, su color No haría falta presentar más argumentos para que esta idea se desmorone como un castillo de naipes. Se puede ver acerca de esto el ejemplo más gráfico: el artículo 2de nuestra Constitución Nacional declara que el Estado sostendrá económicamente a la Iglesia Católica. No conformes con que la totalidad de los argentinos financien una institución a la que no todos pertenecen, también son uno de los principales grupos de presión que haya existido jamás. A su vez, esta Constitución también garantiza la igualdad de todos los habitantes, pero resulta que a las personas que deseen casarse con alguien del mismo sexo se les ha creado una institución de segunda, con otro nombre y de menor alcance puesto que muchos de nuestros señores representantes consideran que los homosexuales son "menos iguales" que el resto y, por lo tanto, les corresponde tener otra institución que los contenga. No la del matrimonio porque no es "natural". Quisiera, entonces, preguntarle a estos señores cuántas instituciones en la historia de la humanidad han permanecido igual desde su creación. Es más: ¿dirían que el hombre siempre ha sido el mismo?. El hombre y por ende las instituciones, que son de su creación, cambian a medida que éste lo hace para adaptarse a sus necesidades. Entonces -Rousseau se hubiera tomado la cabeza horrorizado- estos señores deciden darle la espalda a los reclamos de aquellos que claman por ser reconocidos como iguales puesto que lo son. Ponen por delante sus convicciones personas, sus creencias religiosas, íntimas y, no menos importante, la presión ejercida por la celestial corporación antes que la voluntad general. Y no temen ocultarlo, lo dicen a viva voz desde sus bancas.
La sanción de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo ha demostrado una vez más que cada conquista, cada cambio estructural tandrá que ser arrancado por la gente porque la fuerza de la reacción es enorme y resiste en pos de proteger sus intereses, el statu quo. Celebramos esta ley reconociendo la incansable lucha de aquellos que la hicieron posible y esperamos que sea el primer paso a una sociedad donde todos seamos iguales. De verdad.

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