Como bien sabemos, puede haber siempre varias opiniones sobre un mismo tema, y eso no sólo es respetable, sino que enriquece nuestra sabiduría. Pero, ¿quién tiene el derecho de decidir? ¿Quién decide si una mujer es madre o no?
Nuestro cuerpo no es un objeto sobre el cual debe decidir un externo, somos nosotros quienes hacemos y decidimos nuestro futuro. Para ello, necesitamos de herramientas que nos den la capacidad de elegir. Si existiera una educación sexual, laica y gratuita para todos los adolescentes y jóvenes, que nos formen críticamente de forma que podamos tomar decisiones sobre nuestros cuerpos, no existirían tantos abortos. Si los abortos fueran legales, disminuirían las numerosas muertes por abortos clandestinos, insalubres y sin las medias de higiene e instrumentación adecuadas.
América Latina tiene los índices más altos de abortos realizados en condiciones de riesgo: casi 4 millones por año; y son alrededor de 5 mil mujeres latinoamericanas, las que mueren por año a causa de los abortos mal hechos. Hoy en
Estas cifras asustan, pero aún así, ningún gobierno se animó a enfrentarse a
Pero acá entra en juego otro factor: la lucha de intereses. ¿Por qué esto que suena tan lógico desde nuestro punto de vista es tan complejo a la hora de llevarlo a cabo? ¿Acaso aquéllos que defienden la prohibición del aborto, están interesados en que los jóvenes sean educados adecuadamente? Formar jóvenes críticos, destruiría la posibilidad de manipulación que genera la ignorancia. Y allí encontramos claramente la lucha de intereses. La pelea que se plantea cuando hablamos del derecho a la vida, tiene que ver directamente con el derecho de decidir sobre nuestro futuro. Éste que por todos lados nos quieren quitar, y aquel que tenemos la obligación de defender en búsqueda de construir un mundo más justo. Si vamos a hablar del “derecho a la vida”, reconozcamos que dentro de éste encontramos el derecho a la educación, a la salud, mismo el derecho que tiene cada mujer, de decidir sobre su propio cuerpo y futuro.
Entonces, antes de hablar del aborto como un asesinato: ¿por qué no hablemos de la ignorancia como un crimen?
Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.
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