domingo, 5 de julio de 2009

Otro Mundo Posible.


Natalia Pérez (nataliaperez82@hotmail.com)

Una profesora de secundario que se negaba a hablarnos del Che, un amigo que se alegraba por el decreto de un feriado en Marzo, un cuento para dormir sobre una aborigen americana enamorada de un conquistador español. Cosas que se me fueron clavando en la memoria cual espinas, y que me hicieron entender que los cambios no se dan solos, que hay que generarlos; y qué mejor motor de cambio que la educación.

Mariano Moreno decía que “Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.”, y es desalentador ver como, a veces y sin quererlo, hoy terminamos siendo funcionales a ese tirano de turno. En medio de la lucha desesperada por recuperar su valor y dignidad, la escuela entra en un juego que la pone entre la espada y la pared: si no escuchan sus reclamos, hace paro; si hace paro, los chicos no tienen clase; si no tienen clase no se educan y aquel que no se educa, no es capaz de criticar aquello que está mal. Al mismo tiempo, esos que deberían velar por el bienestar de la educación nos acusan de villanos; cuando mientras ellos traman alianzas y mentiras, los docentes le ponemos el hombro a una lucha sin respuestas para garantizar las condiciones necesarias para desarrollar proyectos.

Es ahí donde surge un sin fin de preguntas… ¿Cómo dar clase en estas condiciones lamentables? ¿Cómo sostener paros activos por tiempo indeterminado? ¿Cómo enseñarles a los alumnos sobre valores y derechos que, una vez fuera del aula, son una utopia? ¿Cómo esperar algo de estos gobiernos sordomudos?

Al igual que yo, muchos elegimos la docencia en pos de un cambio social real, buscando evitar de todas las maneras posibles la reproducción de un sistema funcional a la clase dominante, a los intereses ajenos. La elegimos porque creemos que la única manera de lograr un verdadero giro en la historia es educando seres críticos, capaces de defender sus puntos de vista sin dejar de respetar los ajenos, de perseguir la verdad y la justicia. Es imperativo entonces que el reclamo educativo traspase fronteras y se unifique, se masifique y se haga escuchar; que haya una lucha conjunta por algo que es, en primerísima instancia, el derecho humano donde germinan las semillas del futuro.

Si realmente queremos cambiar las cosas, si esperamos del mañana una sociedad con igualdad, seguridad y justicia; deberíamos priorizar la educación publica; y sólo así podremos asistir a, como diría el Subcomandante, ese otro mundo posible.

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