domingo, 5 de julio de 2009

El primer grano de arena de la playa bajo los adoquines.


Laureano Ponce (laureanoponce@hotmail.com)


Desde fines de febrero hasta diciembre se extienden los distintos ciclos lectivos de los diferentes niveles educativos en la Argentina, en todo el país. Pero también, desde fines de febrero hasta diciembre se extienden en todo el país los diferentes reclamos por el nivel salarial de los docentes, por infraestructura, por tener edificios con servicios básicos como gas para pasar el invierno, por la falta de ascensores (que al margen de ser una molestia, para quienes tienen su movilidad reducida es un obstáculo y, en definitiva, una forma silente de discriminación por omisión), por condiciones regulares de cursada y a veces directamente por la existencia de un salario docente, dado el enorme número de docentes que trabajan ad honorem en muchas universidades del país. Desde fines de febrero hasta diciembre, los reclamos relativos a la educación pública tienen el hilo conductor de la falta de presupuesto, reclamo primordial para poder luego atender otros, como el cuestionamiento de ciertas estructuras perimidas que siguen funcionando en el paradigma educativo, y fundamentalmente, el propio paradigma que busca formar al individuo como mercancía y dotarlo de valor agregado para salir a competir en el mercado de trabajo, siendo así funcional al sistema (causa y a su vez efecto) en lugar de buscar formar ciudadanos lo mas completos posibles.
Pero cómo puede alguien cuestionar algo tan de fondo cuando las necesidades básicas y mas urgentes apremian? Cómo puede un educador mantenerse actualizado si, dado que necesita más de un empleo para vivir dignamente, no tiene el tiempo ni los recursos para hacerlo?
El rol social de la educación ha sido desestimado y esencialmente negado en la Argentina desde hace varias décadas. Desde aquella infame Noche de los Bastones Largos, durante la dictadura de Onganía, donde se desalojaron facultades a punta de armas de fuego, se comenzó a investigar a docentes y alumnos y se aplicó una estricta censura sobre los programas de enseñanza hasta los programas de ahogo presupuestario que trajo el neoliberalismo, que a fin de cuentas no eran sino una censura encubierta, dado que falta de dinero equivale a falta de materiales, docentes correctamente capacitados, y alumnos con formaciones con baches irreparables. Todo muestra la desvalorización de la educación como un eje central de integración social en todos los ámbitos.
De esta manera, los reclamos que se dan prácticamente como parte del ciclo lectivo tienen mucho más de fondo que aquello que los medios muestran. Así, la mejora de la situación presupuestaria es el puntapié inicial para una reforma mucho mas de fondo que se hace cada vez más necesaria conforme avanza la complejidad de la realidad y, consecuentemente, la necesidad de herramientas más complejas para comprenderla. Reclamar es defender el derecho a la educación. Negar a un pueblo la posibilidad de educarse es negar una de las herramientas esenciales de su libertad. Defender la educación pública es luchar por ser un poco más libres.

No hay comentarios: