domingo, 5 de julio de 2009

Educación y Violencia.

Jonathan Rougier (rougierarieljonathan@gmail.com)

En estos días se ve, frecuentemente, a través de los medios de comunicación una puesta en escena con eje principal en la violencia generada en los diversos institutos educativos, protagonizadas por los alumnos, caracterizándolos como el mal a combatir (aplicando diversas medidas de sanción para su corrección). Esto lleva a olvidarnos que el chico/adolescente (como cualquier otro individuo) es un ser que vive en sociedad y por ende forma parte de la misma, y su acción se ve fuertemente ligada a todos aquellos factores que lo rodean como “ser” social. Si vivimos en una sociedad que privilegia la violencia como forma de coerción y poder, sucederá que estos valores serán los que aprendan los individuos en su socialización, el estado para reflejarse como tal recurre a el monopolio de la fuerza; esto significa que, para hacerse respetar, el estado demarca su capacidad como estado-nación a través de la fuerza bruta, ya sea la policía o los grupos militares y de choque quienes ejerzan esta función. También nos olvidamos que en sí la institución educativa tiene como función la reproducción de los valores de la cultura dominante, cultura caracterizada en la actualidad por generar seres individualistas, que persiguen su propio bienestar sin importar si se afecta al otro en la búsqueda del mismo, la misma cultura que tiene como marca registrada la competencia (la cual se ve reflejada en todos los aspectos de la vida cotidiana), la misma que se ve invadida por la idea de la posesión material como búsqueda final de la felicidad, siendo el capital aquel que separe y excluya, sustentándose en la acumulación de riquezas.

Muchos pueden decir que en la escuela esto no sucede, y que en realidad los alumnos están todos sobre una misma base, en la cual se los representa como una tabla rasa donde los educadores sólo deben de empezar a llenar de contenidos, en donde el que es reprobado es por que no estudia, o el que no aprende es por que no le interesa aprender o en donde el que tiene malas notas no se ha esforzado lo suficiente. Esta mirada funcionalista del problema demostró estar errada con el paso del tiempo y aun más hoy en día, que este tema es primera plana en noticieros y diarios.

Los alumnos al ingresar a la escuela en realidad ingresan con un cierto grado de capital cultural y, como dije previamente, el capital es el encargado de separar y excluir y en este caso no deja de ser la excepción. El capital cultural que posea el educado se ve en la posibilidad del mismo de acceder a las herramientas de la educación: es mucho más difícil que un chico de clase baja tenga acceso al capital cultural que tiene un chico de clase alta. Ahora olvidemos por un segundo lo que acabo de decir, retomemos la idea de la escuela y los alumnos como tabla rasa: esta idea es errónea, ya que en un aula al ingresar el educado no ingresa sin capital cultural, aún viniendo que de un mismo estrato social, todos poseen diferentes capitales culturales y la escuela premia y ataca dependiendo del capital cultural que se posea. Por ende decimos que la escuela rige bajo un sistema meritocratico: se premia al que realiza un mayor mérito y se castiga aquel que posea un menor rendimiento, generando así exclusión y rechazo a aquel que posee un capital cultural menor al requerido para avanzar en el sistema. Aquellos que no satisfacen las medidas impuestas por el sistema educativo son dejados de lado por el mismo, condenándolos al fracaso y generando una sensación de inferioridad en estos nuevos excluidos del sistema educativo. Con el paso del tiempo el educado pierde interés, lo cual lo lleva en muchos casos a llegar a terminar sus estudios con dificultades o a terminar siendo un explotado (en mayor o menor medida) del mundo empresarial sólo por no tener los estudios suficientes que el sistema requiere. Por otro lado esta competencia entre los alumnos genera diferencias, las cuales en una sociedad regida por la violencia conlleva a que la forma de expresarse de aquellos que el sistema educativo dejó de lado sea a través de la violencia. La estructura de la clase dominante y los valores de la misma sustentado por los medios de comunicación masivos logran que la violencia sea la forma de expresión. Mientras tanto, se pierde foco en el problema educacional que lleva a la competencia y exclusión de los educados generando la violencia como única forma de escape y acrecentando su despreocupación por ser libres. Contentándose con lo que se enseña sin ir más allá, sin buscar la verdad y la libertad, ya que para esta altura el sistema los ha excluidos y creado una falsa imagen de lo que es aprender realmente y sin enseñarles realmente que un libro está al alcance de todos.

Por todo esto, no creo que el problema sean en sí los alumnos y su falta de respeto por el profesor; sino que el problema viene de una estructura mayor, la cual lleva a los individuos de actuar de cierta forma, en este caso violenta, por un estado que sustenta su poder a través de la violencia; y, al mismo tiempo, quedando en evidencia el mal funcionamiento del sistema meritocratico de la escuela, que conlleva a los conflictos, la exclusión y la perdida de la necesidad de ser libres. La escuela del sistema capitalista debe de replantearse, y buscar otra forma de educar, pero para esto se requiere un cambio estructural general y social.

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