Cuando la legitimación significa sumarse a los opresores.
“El hombre, en su orgullo, creó a dios a su imagen y semejanza”, Friederich Nietzsche.
Ese bien podría ser el resumen, no sólo del cristianismo, sino del origen de las religiones a nivel global. Más allá del momento de la génesis de las distintas religiones, lo que es una verdad incontrastable es que son producto de la humanidad, así como el hecho de que en su mayoría comparten una característica que bien podría ser el hilo conductor entre ellas, si bien no sería el único punto de conexión, y esto es el dogmatismo. De hecho, este término que por sí mismo genera rechazo a cualquier persona con ganas de ver las cosas sin recurrir a determinismos ridículos, tiene su propio origen en el cristianismo, y la Real Academia incluye como una de las definiciones de “dogma”, la siguiente: doctrina de dios revelada por Jesucristo a los hombres y testificada por la iglesia. Asimismo, el dogma es el conjunto de verdades que se deben tomar como innegables. Ahora, vale preguntarse por qué deben ser tomados de tal modo. ¿Acaso porque de ser cuestionados se caerían los pilares y por consecuencia, toda la estructura de la creencia religiosa? ¿Qué pasaría si uno se atreve a atacar esas bases inamovibles? Sin duda, cuando una concepción no tiene mas fundamento que el “porque sí”, es porque en realidad no tiene fundamento alguno. El dogma muestra justamente eso: la incapacidad de justificar. Cuando se prohíbe cuestionar es porque cuestionando se cae la estructura. En ese mismo sentido es que se construye el concepto religioso de la fe. La fe es tener la certeza de aquello que no se puede comprobar. Ergo, la fe es poner las manos en el fuego por el dogma, es arriesgarse por lo que no tiene justificación, es ofrecer la otra mejilla sin saber que tan grande puede ser la nueva bofetada. Esa es la fe religiosa. La religión es dogmática por definición, pero fundamentalmente, es dogmática por necesidad, y su concepto de credo y fe no es otro que el de la represión de las propias características humanas, el reniego de disfrutar el presente en pos de un futuro que se promete como paradisíaco pero a fin de cuentas es incierto, y en resumidas cuentas, la fe es alinearse con el dogma y fundamentalmente no pensar. Por esto es que también la religión se aleja voluntariamente de la política… ¿o debería decirse que se aleja de la política en tanto y en cuanto los intereses de las grandes mayorías, históricamente postergadas, van en dirección opuesta a ese “no pensar” que legitima a la religión en tanto no quiere ser cuestionada para que no se vea su carácter de miembro de la sociedad burguesa? A este respecto resultan muy elocuentes las palabras del cura del libro “La cruz invertida”, de Aguinis: “Mi obispo no quiere que me mezcle con los sindicatos!” La religión, como todo, se define por lo que construye de si misma: un dogmatismo antipopular que se legitima al desalentar el progreso de los hombres.
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