A “los de arriba” les encantan los números, son adictos a los cuadros, a los gráficos, a las palabras difíciles. Al pueblo le gustan las cosas simples, claras. Ellos dicen “población que no participa del disfrute de bienes y servicios esenciales para el desarrollo de sus capacidades físicas”; nosotros decimos “los de abajo.” Pero a veces, para entenderlos, no nos dejan más opción que hablar su idioma, si, el de los números… como si los necesitáramos para entender las desigualdades que vivimos en carne propia. La riqueza de un territorio puede medirse a través de sus recursos naturales, y en Chiapas sobran. Ahora, que su distribución y explotación sea equitativa, bueno… ésa es otra historia.
Chiapas es el primer estado en la República mexicana en cuanto a la riqueza en agua (el 30% del agua superficial del país) y energía hidroeléctrica (el 54% de la energía del país). Pero siguen existiendo comunidades indígenas que no cuentan con la luz eléctrica ni con agua entubada; por ende un alto porcentaje de viviendas no reúne las condiciones necesarias para ser considerada “digna”.
Sólo en el 2001, se concentró en Chiapas el 47% de la producción nacional de gas natural; sin embargo, el 85,7% de la población indígena cocina aún con leña o carbón. Chiapas es, a su vez, un estado importante no sólo por el petróleo que ya se produce, sino también por las reservas que quedan por explotar; siendo la zona que realiza al menos el 20% de la producción nacional. A pesar de esta riqueza, desde 2000, Chiapas es el segundo estado con mayor grado de marginación en el país. En el territorio chiapaneco la reforma agraria implementada tras
Y así, Chiapas se convierte en un territorio plagado de contradicciones: poseen todos los recursos naturales, sin embargo, no son distribuidos, explotados ni utilizados de manera justa. Se prioriza el comercio extranjero y la riqueza yace en manos de unos pocos; y como desde hace 500 años se relegan las necesidades de los verdaderos dueños: los pueblos originarios. Seguimos siendo hoy, después de 5 siglos, los conquistados; sólo que ésta vez por las venas de los conquistadores corre la mismísima sangre latinoamericana. Empecemos a descolonizar, a hacer que los números den, de una vez por todas, a favor de “los de abajo”.
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